David Bueno i Torrens es Doctor en Biología y director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st de la Universidad de Barcelona, la primera en todo el mundo en centrarse específicamente en esta materia. Su trayectoria académica está ligada a la investigación en genética del desarrollo y neurociencia y en su relación con la enseñanza y los procesos de aprendizaje. Es profesor y divulgador científico y ha publicado setenta artículos en revistas especializadas y más de una veintena de libros de ensayo y divulgación. En el IV Congreso de Innovación Educativa del Gobierno de Aragón, se encargará de una de las ponencias ‘conVERSA’ de la tarde del viernes 23 y dirigirá una mesa de diálogo ‘diVERSA’ en la mañana del sábado 24. A través de ellas abordará ‘El cerebro aprendiz: cómo la Neuroeducación puede contribuir a optimizar las estrategias educativas’.
Participa en este IV Congreso en los espacios conVERSA y diVERSA, donde hablará sobre Neuroeducación. ¿En qué consiste y de qué manera puede ayudarnos a entender el comportamiento y el aprendizaje humanos?
La Neuroeducación es una nueva disciplina académica que nace de la fusión entre la Neurociencia y la Educación. Nuestro objetivo es acercar todos aquellos conocimientos que se están adquiriendo en Neurociencia y en Neurociencia Cognitiva al mundo de la Educación. ¿Para qué? Para entender cómo se construye el cerebro, cómo va cambiando, de qué forma aprende… Y lo que tal vez sea lo más importante para mí: cómo todo aquello que aprendemos y la manera en que lo aprendemos influyen en la construcción del cerebro. Y, por consiguiente, en cómo se percibe, se comporta y continúa creciendo cualquier persona. No se trata de generar una nueva pedagogía, sino de aportar conocimientos nuevos de una disciplina complementaria, la Neurociencia, para continuar optimizando las estrategias didácticas y pedagógicas dentro de las aulas.
¿Cómo podemos aplicar todo lo que sabemos ahora a la mejora de la Educación?
En estos momentos tenemos ya muchísimos datos sobre cómo aprende el cerebro y cómo todo aquello que aprende va reconfigurando las redes neuronales. La mejor manera de aplicarlo a la Educación es empezando a entender que la Educación altera físicamente el cerebro y que, según cómo sean muy especialmente los estados emocionales y motivacionales, todo aquello que se aprende va a resultar útil o no después. Aquí es donde está uno de los puntos clave de la Neuroeducación: según cómo sea nuestra estrategia, nuestra enseñanza, lo que se aprende va a ser útil en el futuro y va a construir personas empoderadas, capaces de continuar creciendo y aprendiendo. O todo lo contrario: personas que van a rehuir los cambios y que en algunos casos incluso se van a encerrar en sí mismas.
Enseñar a memorizar, coartar la creatividad, jornadas intensivas y horarios exigentes… En ocasiones ha hecho referencia a cómo esto afecta a los muchachos. ¿Hemos estado haciendo las cosas mal durante demasiado tiempo?
No hemos estado haciendo las cosas mal; llevamos muchas décadas haciéndolas bien. Pero todavía podemos mejorar. Sería un error considerar que hay una educación ideal perfecta. La Educación forma parte de la sociedad y debe adaptarse a los cambios sociales. Hace 50 años, memorizar era imprescindible porque no teníamos una tecnología digital que nos permitiera buscar cualquier información en cualquier instante. En estos momentos, memorizar sigue siendo importante, pero ya no lo es tanto como hace 50 años. Ahora es más importante, por ejemplo, saber gestionar toda esa información que se consigue de mucho más fácil a través de la tecnología. En cuanto a la creatividad, es imprescindible en un mundo dinámico, cambiante, donde abundan las novedades y hay que pensar en alternativas constantemente. Hace 50 o 100 años, el mundo cambiaba, pero más lentamente que ahora. Hoy la creatividad es mucho más importante. Los conocimientos en Neurociencia nos indican, precisamente, qué direcciones deben tomar estos cambios.
Parece que últimamente está de moda hablar de la inteligencia emocional, ¿hay que aprender desde las emociones?
Sin duda. Cualquier enseñanza que tenga emociones asociadas se aprende mucho mejor y se usa después con mucha más eficiencia. No es que no se pueda aprender sin emociones, claro que se puede. Simplemente que estas favorecen que el proceso de adquisición sea mucho más fluido.
Sin embargo, atención: no todas las emociones son equivalentes. El miedo es una emoción básica y puede estimular a algunas personas a aprender. ¿Pero qué sucede? Que no debe utilizarse nunca como estrategia porque todo aquello que se aprende queda asociado a las emociones con las que se ha aprendido. Aprender a través del miedo implica no querer utilizar después esos aprendizajes, porque cada vez que lo hagamos, nuestro cerebro revivirá esa emoción incómoda que es el miedo. Lo que estaremos haciendo es quitar calidad de vida a las personas. Así que hay que apostar por emociones propositivas y proactivas, como la curiosidad, la sorpresa, la alegría y, en general, un estado emocional que promueva que las personas quieran continuar aprendiendo y aplicando lo que han aprendido a lo largo de toda su vida.
Siempre ha habido profesores que, por una u otra razón, “dejan huella”. Para usted, ¿qué elementos deben confluir para alcanzar el éxito académico?
Si hacemos un análisis de por qué dejaron huella, normalmente será porque nos miraban de tú a tú, porque confiaban en nosotros y nos transmitían esa confianza. Para alcanzar el éxito académico lo más importante es que los docentes confíen en sus alumnos y sepan adaptar su docencia a los requisitos de sus alumnos. No todas las personas son iguales ni tienen las mismas capacidades cognitivas, por eso el profesor debe adaptarse a su grupo utilizando estrategias que afiancen la confianza que los alumnos tienen en sí mismos y en sus compañeros. Y para ello tiene que confiar en ellos, promover estados emocionales proactivos, estimular su curiosidad, que se sientan a gusto con lo que están haciendo… Por supuesto, no se trata de montar un circo dentro del aula para que sean felices. Para aprender hace falta esforzarse y memorizar muchas cosas. Lo que se trata es de generar un ambiente en el que los alumnos se sientan cómodos realizando esos esfuerzos. Es decir, preparar unos retos que sean asequibles para los alumnos y que después se sientan recompensados por aquello que han aprendido.
Desde 2019, dirige la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, la primera en todo el mundo dedicada en exclusiva a esta temática. ¿Qué trabajo desarrollan en ella?
Dirijo esta Cátedra desde su creación y nos centramos básicamente en la formación de docentes en el campo de la Neuroeducación, en divulgar todo aquello que se sabe y que puede resultar útil en Educación. Tenemos una revista, un blog, organizamos conferencias, formaciones, disponemos de dos Postgrados y un Máster y también, por supuesto, realizamos investigación, cada uno de los miembros según su especialidad. La mía es más biológica, pero hay pedagogos, psicólogos, maestros… En estos momentos, dentro de la Cátedra hay unas 30 personas trabajando. Nuestro cometido es llevar ese conocimiento al exterior y que se pueda aprovechar en Educación, pero también por parte de padres y madres.
¿Cómo se siente ser pioneros a nivel internacional en abordar esta temática de manera tan precisa?
Nos hace sentir como una avanzadilla. Es una responsabilidad para sentar unas bases que sean tan sólidas como sea posible y predicar con el ejemplo. Todo aquello que nosotros explicamos sobre Neurociencia y Educación lo estamos usando en nuestras clases. La mayoría de los miembros de la Cátedra somos también docentes y profesores a distintos niveles. Así que lo usamos a diario en nuestras clases como ejemplo de que todo aquello que la Neurociencia nos puede aportar ciertamente se puede aplicar dentro de las aulas.
Además, es un asiduo colaborador en medios de comunicación, donde publica artículos de forma periódica. ¿Cómo ve la divulgación científica en España?
La divulgación científica en España está creciendo, aunque se había considerado siempre un género menor. Es crucial porque vivimos en un entorno científico-tecnológico donde hay que entender lo que se está haciendo en ciencia y las aplicaciones de esa ciencia a la tecnología. Y aunque creo que está aumentando el interés por la ciencia, todavía estamos lejos de otros países, como los anglosajones, que van muy por delante nuestro en divulgación científica. Deberíamos tener como objetivo alcanzar ese nivel, pero para ello hace falta inversión, formación y generar ese interés en los estudiantes de ahora para que, cuando crezcan, sigan interesados en incrementar sus conocimientos científicos y de cualquier otro ámbito. No solo es divulgación científica, es también divulgación económica, filosófica, artística… La divulgación creo que forma parte de nuestro ADN como seres humanos.
¿Necesitamos mayor cultura científica para afrontar la realidad del día a día?
Sí, y precisamente es por ello que la educación debería ser un primer puntal para afianzar esta cultura científica desde los primeros años de vida de nuestros alumnos. La ciencia va cambiando y la cultura científica debe estar siempre presente en nuestras vidas.
También lleva coordinando los exámenes EvAU en Cataluña en la asignatura de Biología desde hace doce años. Es una prueba que sin duda determina el futuro de los estudiantes. ¿Cómo ha cambiado el planteamiento a lo largo de este tiempo?
Cuando empecé, el equipo de coordinación anterior había iniciado ya un cambio hacia exámenes competenciales. Lo que hemos hecho en estos 14 años es profundizar en ello. Es decir, que no se trata de preguntar las cosas porque sí, preguntar definiciones, explicar un proceso tal y como está en los libros de texto. Eso es memorización pura y dura acrítica y no hace falta haber entendido anda. Tú puedes sacar un 10 en un examen que sea puramente memorístico sin haber entendido prácticamente nada. Los exámenes competenciales lo que exigen es aplicar lo que has aprendido a contextos nuevos, a situaciones desconocidas, y eso requiere entender lo que has estudiado. Y eso pasa en la vida real. En la vida real, nadie nos pregunta nada para que lo recitemos de memoria en ningún empleo. En cualquier trabajo, lo que cualquier persona pretende es aplicar los conocimientos a situaciones nuevas y desconocidas porque esta es la forma de continuar avanzando.
¿Con qué le gustaría que nos quedásemos de su intervención en el IV Congreso de Innovación Educativa?
Me gustaría que los asistentes se quedasen con la idea de que hay que trabajar a partir también de los conocimientos en Neurociencia. Y digo ‘también’ porque hay muchos otros conocimientos en Pedagogía, en Sociología o en Psicología que son imprescindibles para una buena Educación. Es preciso entender que la forma en que estamos educando ahora está condicionando cómo se van a percibir los alumnos en el futuro, cómo van a sentirse, cómo van a interaccionar con su entorno… Es tener presente que la educación no debe ser nunca una tarea con la mirada cercana, sino siempre una mirada a largo término: qué queremos para nuestros alumnos dentro de 10, 20, 30 o 40 años. Porque la educación que les estamos dando ahora va a influir durante el resto de su vida, a través de la configuración que están haciendo de sus redes neuronales. Este es uno de los aspectos que creo que vale la pena quedarse de mi intervención.
Y, ¿hacia dónde cree que tiene que caminar la innovación en las aulas?
Creo que el camino es el de introducir en la enseñanza todo lo que tiene que ver con el aprendizaje a través de competencias y por competencias. Ya se está haciendo mucho en Infantil, en Primaria, tal vez menos en Secundaria, pero debería estar presente a lo largo de todo el proceso formativo, desde Educación Infantil hasta los estudios post-universitarios. Hay que entender que la motivación y los estados emocionales son cruciales para un buen aprendizaje. Yo creo que es hacia allí hacia donde debería caminar la innovación en las aulas.