¿Qué supone para usted participar en este congreso con una propuesta creativa?
Es un congreso de innovación, y la innovación es mi vida. Ya no la transgresión, sino la búsqueda de material para poder adaptarlo a nuestra sociedad. El problema que tenemos con la tradición y con el folclore es que estas palabras suenan a pasado, pero folclore es hoy. Mi vida ha estado inmersa en una innovación constante, aunque no hay que olvidar que innovar es sinónimo de búsqueda, de querer mejorar… Y eso lo hacemos todos en mayor o menor medida.
¿En esta actuación inaugural del IV Congreso Internacional de Innovación Educativa se verá la esencia de su compañía?
Afortunadamente con mi compañía hemos ido creando músicas, dinámicas… Desde los años 90 he creado mi propio estilo, mi propia forma de bailar, y eso no es aplicable a los demás porque cada uno tenemos una peculiaridad. Esta propuesta es una reinvención de la jota que supone un reto, porque el tiempo musical es ternario, y hoy en día la música que se escucha es binaria o cuaternaria. Por eso, los jóvenes que van a participar se enfrentan a un desafío al no estar familiarizados con este ritmo.
¿Cuántas personas estarán sobre el escenario?
Son casi 30 jóvenes los que están construyendo la propuesta. Además, yo estaré con ellos. Mover en un escenario a 30 personas que no se han enfrentado nunca a las tablas se presenta como un reto. Es muy importante que la comunidad educativa participe en propuestas como esta, que el alumnado se implique, que aprenda a subirse a un escenario y experimente los nervios.
¿Qué aportará al congreso la ‘innovación aragonesa’ que mostraréis?
La gente se va a ver reflejada en las ganas, en el interés, en la forma de adaptar las cosas a nuestros días. En la danza no tiene sentido hacer ahora cosas que se hacían antes en otro contexto político, social… El cuerpo de hoy no se puede comportar igual que hace 50 años, porque la sociedad ha cambiado, y la forma de bailar también. El baile de la jota estaba concebido como un baile de hombre y mujer y nada más, y eso ya está fuera de contexto.
¿Le ha costado mucho esfuerzo convertirse en embajador de la innovación de la jota?
Es duro, pero lo llevo haciendo desde siempre. Lo que te permite la innovación es ver otra paleta de colores. No solo el cachirulo de cuadrados rojos y negros. Este trabajo siempre lo he identificado mucho con el mito de la caverna de Platón, que en el mismo ‘Matrix’ está presente. El acto de salir de las sombras y buscar la luz, la otra realidad, al final solo lo puede experimentar uno mismo, no te lo pueden contar.
¿Ha cambiado su lenguaje desde que fundó su compañía Danza Viva en 1990?
Más de 30 años de trabajo, de innovación, dan para mucho. Por lo que sí hemos ido cambiando el lenguaje para adaptarnos. Tenemos los recursos musicales para ir abordándolo.
En innovación, ¿queda mucho camino por recorrer?
Totalmente. Existe miedo, y con miedo solo te preguntas qué dirán si haces algo diferente a lo que has hecho siempre. Innovar es un riesgo, pero la vida misma lo es. Queda mucho camino, pero trabajos como los que hacemos con mi compañía o este congreso de educación son como plantar un olivo en el terreno de la innovación. Hasta dentro de cinco, siete o diez años tal vez no recojamos las olivas, pero plantar un olivo es plantar oro líquido, y eso es lo que queremos conseguir. Si hemos tenido la conciencia y el propósito de plantar un árbol ya es mucho. Después hay que cuidarlo y mimarlo para que dé frutos y dejemos un mundo mejor a los que vienen.
¿Dónde podremos ver próximamente a Miguel Ángel Berna, además de en este congreso?
Antes del congreso, el 28 de agosto, tengo un estreno en Madrid de una producción grande sobre Picasso, con un elenco de bailarines increíble. En noviembre estrenaré una obra sobre Sender que la vamos a contar solo dos bailarines sobre el escenario, y en diciembre empezaré un montaje en el Teatro de la Zarzuela, una adaptación de ‘La Dolores’ de Bretón que se estrenará a finales de enero y tendrá 12 funciones.